viernes, 22 de octubre de 2010

Morosa opinática


La verdad es que no sé ni con qué cara escribir este post. Hace un mes y medio que tengo pendiente opinar sobre mis últimas lecturas (porque he dejado de escribir, no de leer). Así pues, intentaré ponerme al día en un corto periodo de tiempo.

Empecemos por La mecánica del corazón, de Mathias Malzieu.

Menuda sorpresa me llevé (que no positiva) al elegir esta pequeña lectura. Creía que se trataba de una novelita infantil, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, si tuviese que catalogar esta novela de alguna manera, diría que podría considerarse como una novela Burtoniana (salvando distancias, por supuesto). Atmósfera gótica y oscura, personajes marcados por la tragedia y sus deformidades físicas… Aunque ésta es una narración que habla del amor (amor fraternal, amor de pareja, amor propio…).

Tengo que reconocer que a lo largo de sus páginas el protagonista me recordaba a Eduardo Manostijeras (mítico entre los personajes del universo Burtoniano). Y, de hecho, me acabé la novela por eso. Creo que el lenguaje es poco fluido, un gran fallo para un libro como éste (y más aún cuando mi idea preconcebida era de un cuento infantil).

Total, algo decepcionante en sí misma, a pesar de que el argumento podría tener posibilidades. He aquí el primer párrafo, para no perder la costumbre:

Nieva sobre Edimburgo el 16 de abril de 1874. Un frío gélido azota la ciudad. Los viejos especulan que podría tratarse del día más frío de la historia. Diríase que el sol ha desaparecido para siempre. El viento es cortante; los copos de nieve son más ligeros que el aire. ¡BLANCO! ¡BLANCO! ¡BLANCO! Explosión sorda. No se ve más que eso. Las casas parecen locomotoras de vapor, sus chimeneas desprenden un humo grisáceo que hace crepitar el cielo de acero.

domingo, 22 de agosto de 2010

En verano algo de frío siempre va bien...

"La princesa de hielo" es la ópera prima de una autora sueca sorprendentemente joven y ya coronada como “la reina de la novela negra”: Camila Lackbërg sólo tiene 3 años más que yo, y ya ha vendido más de dos millones de ejemplares de sus novelas, que han sido traducidas a 15 lenguas, convirtiéndose así en otro fenómeno literario. Y mi pregunta es… ¿Qué he hecho yo en la vida en comparación? ¡Aish! Ahora que cumplo los 30 habrá que replantearse muchas cosas…

En fin, volvamos a la niña prodigio ésta. La novela que me ocupa, "La princesa de hielo", es su primera novela, en la que se describe el pueblo en el que nació, Fjällbacka (mmmmmm… ahora que lo dices, este nombre ya me suena de otra novela… creo que aparece en La mujer de verde), y las complejas relaciones humanas que se desarrollan en él, y me atrevería a decir que en casi todos los pueblos.

Al igual que en novelas tales como Aurora boreal, de la también sueca Åsa Larsson (buf!! un rollo de novela), “La princesa de hielo” cuenta con una protagonista que habita una gran ciudad y que debe volver a su pequeña comunidad natal, donde se ve involucrada en la investigación de la muerte de una persona cercana. La diferencia esencial de esta la novela al resto de novelas “nórdicas” que he leído hasta el momento es que Läckberg hace un esfuerzo por narrar desde múltiples puntos de vista a través de un narrador en tercera persona que adopta los puntos de vista de distintos personajes. Este recurso dota de mayor complejidad a la caracterización de dichos personajes.

He de reconocer que he disfrutado con esta lectura, a pesar de que creo que no se resuelve satisfactoriamente. Esperaba un final más sorprendente, en el que todas las piezas encajan a la perfección, pero nada más lejos de la realidad. Espero que alguien se lo lea y lo comente conmigo ☺.

Para ir abriendo boca, he aquí el primer parrafillo del libro:



La casa estaba desierta y vacía. El frío penetraba por todos los rincones. En la bañera se había formado una fina membrana de hielo. Y ella había empezado a adquirir un ligero tono azulado. Pensó que, así tumbada, como estaba, peracía una princesa. Una princesa de hielo.

miércoles, 28 de julio de 2010

Este símbolo mejor que se quede perdido


Buscando por la red una foto de la portada del libro, me he encontrado con la opinión de un lector que me ha hecho mucha gracia. La web es www.papelenblanco.com y el que firma la opinión un tal SuperSantiEgo.

“Tengo la misma opinión que de películas como Drácula 3000: si se hubiesen decidido a hacer una comedia en vez de tomárselo en serio, sería una obra maesta. Al malo no puedo dejar de imaginármelo interpretado por Pocholo: "Yo traeré... ¡la Osssscuridaaaaad!", y al resto de los personajes hablando como Fernando Fernán Gómez en Viaje a ninguna parte: "Cuidado... señoriiiitooo... este es un misterio misterioso muy grandeeeeee..."

Está escrito con más párrafos que las novelitas de Marcial Lafuente Estefanía, que literariamente le da más de mil vueltas pero de largo, y tiene párrafos tan vergonzosos que sólo le falta añadir efectos de sonido ominoso al final de los chorrocientos minicapítulos: "Chan-chan-¡chán!"


Si lo mira uno así, hasta se divierte.”


Jeje, he de reconocer que me he reído mucho, y he dejado volar mi imaginación. ¿Os imagináis que al finalizar cada mini-capítulo de Dan Brown realmente saliera una música de “misterio”? Mmmmmmm… Creo que ganaría mucho. Al grano. Me parece una crítica soberbia, sobre todo porque coincido con él.

También es cierto que creo que los libros de Dan Brown están bien para distraerse en épocas de verano, o cuando necesitas una lectura ligerita entre libros. Cada cosa tiene su publico, y a veces cada libro tiene su momento. Es verdad que me parecieron bastante entretenidos y he de admitir que de vez en cuando me apetece leer un libro de este tipo.

Pero por lo que no paso es por el final de este libro, tannnnnnnn facilón, precipitado y previsible que han hecho desmerecer todo el tiempo de lectura invertido en “El símbolo perdido”. Señor Marrón (y no me dirijo al Reservoir Dog precisamente), apreciaría mucho que pidiera consejo si no sabe acabar su próxima novela. Estoy segura que recibirá un montón de propuestas más válidas que las que se le puedan ocurrir a usted. Al menos, más originales.

Total, que pse.

Os paso el primer parrafillo para no perder la costumbre… ☺

El ascensor Otis que sube por el pilar sur de la Torre Eiffel va repleto de turistas. Dentro de la atestada cabina, un austero hombre de negocios vestido con un traje perfectamente planchado baja la mirada hacia el chico que tiene al lado.

– Se te ve pálido, hijo. Deberías haberte quedado en la planta baja.
– Estoy bien... – contesta el chico, esforzándose por controlar su ansiedad –. Me bajaré en el siguiente piso.

«No puedo respirar.»

El hombre se inclina sobre el chico.

– Creía que a estas alturas ya lo habrías superado – y le acaricia afectuosamente la mejilla.

El chico se siente avergonzado por haber decepcionado a su padre, pero apenas puede oír nada por culpa del pitido en los oídos.

«No puedo respirar. ¡He de salir de esta caja!»

El operador hace algún comentario reconfortante sobre los pistones articulados y el hierro pudelado del ascensor. A lo lejos, las calles de París se extienden en todas direcciones.

«Ya casi hemos llegado – se dice el chico mientras estira el cuello y levanta la mirada hacia la plataforma de salida –. Aguanta un poco más.»

A medida que el ascensor se va acercando al observatorio superior, el hueco empieza a estrecharse y sus enormes puntales a contraerse, formando un estrecho túnel vertical.

– Papá, no creo...

De repente resuena un estallido en staccato. La cabina da una sacudida y se balancea hacia un lado de un modo extraño. Los deshilachados cables comienzan a restallar sobre la cabina, golpeándola como si de serpientes se tratara. El muchacho se coge de la mano de su padre.

– ¡Papá!

Ambos se quedan mirando mutuamente durante un aterrador segundo. Y de repente el suelo del ascensor desaparece bajo sus pies.

lunes, 26 de julio de 2010

El juego de Ender


He leído pocos libros de ciencia ficción, alguna novela de Ray Bradbury y poco más, y a pesar de que “Farenheit 451” me encantó, creo que no me fascinó lo suficiente como para prestarle más atención al género. Hace poco leí una crítica de "El juego de Ender" en un blog, y después de que en la FNAC me dijeran que sólo les quedaba un volumen, decidí que sería una de mis próximas lecturas…

Y en una sola palabra puedo decir que es un libro fascinante, de ésos que se devoran, que se acaban demasiado pronto; libros de los que antes de llegar a la última página ya te has comprado el resto de la saga.

Creo que hay un antes y un después de "El juego de Ender", algo te impulsa a descubrir más sobre la ciencia ficción, y me atrevería a recomendárselo a más gente, aunque no se consideren amantes de la ciencia ficción.

Es uno de los libros que parece engañosamente simple, en el sentido de que se lee sin ninguna dificultad y el estilo es muy sencillo, pero realmente oculta una compleja historia, de lucha tanto física como psicológica, marcada por el temor y la rivalidad.

Escrita en el año 1985 por Orson Scott Card, fue galardonada con dos de los premios más famosos dedicados a la ciencia ficción: el Premio Nébula a la mejor novela y el Premio Hugo.

La trama se desarrolla en el año 2070 y los humanos están en guerra con una raza alienígena conocida como “insectores”. El protagonista es Ender Wiggin, un niño prodigio estadounidense reclutado por la Flota Internacional para ser entrenado y convertirse en un líder en la lucha contra los insectores. Y poco más os explicaré. ☺

Aquí tenéis el primer párrafo para ir abriendo boca:

—He mirado con sus ojos, he escuchado con sus oídos, y te digo que es el indicado: o por lo menos, lo más adecuado que vamos a encontrar.

—Eso es lo que se dijo del hermano,

—El hermano resultó imposible. Por otras razones. Independientemente de su capacidad.

—Lo mismo pasó con la hermana. Y hay dudas sobre él. Es demasiado maleable. Demasiado dispuesto a sumergirse en la voluntad de otro.

—No si el otro es su enemigo.

—¿Qué hacemos entonces? ¿Rodearle continuamente de enemigos?

—Si es preciso, sí.

—Creía que habías dicho que te gustaba ese chico.

—Si los insectores le cogen, harán que parezca que soy su tío favorito.

—De acuerdo. Al fin y al cabo, se trata de salvar al mundo. Siga con él.

sábado, 22 de mayo de 2010

El Auster más formal


Uno de los ejercicios básicos en los talleres literarios se basa en construir una narración cualquiera y rehacerla desde distintos puntos de vista. Tomar una historia, sea la que sea, y pasarla por el filtro de varios géneros o cambiarla de tiempo verbal y de persona… son ejercicios útiles para que un escritor aprenda las sutiles variaciones de registro. Y precisamente la novela de Paul Auster ‘Invisible’ tiene mucho de clase magistral.

Pero a pesar de la riqueza del estilo, esta nueva novela de Auster me ha defraudado. Quizás me maravilló sobremanera con su “Libro de las ilusiones” y todas sus novelas las comparo con esa pequeña maravilla. Pero en cualquier caso, “Invisible” es una historia que no voy a recomendar enérgicamente.

La historia arranca en un lugar conocido. Adam Walker, estudiante en la universidad de Columbia (como el autor), que tiene veinte años en 1967 (también como el autor) y aspirante a poeta (mucha coincidencia con el autor, ¿no?) conoce una noche, en una fiesta de estudiantes, a una misteriosa pareja: el francés Rudolf Born y su novia Margot. Hasta aquí todo respira una brisa bohemia, más bien predecible y con poco ritmo. Pero todo cambia al pasar de capítulo.

No voy a desvelar nada más, poque creo que ya he dicho suficiente y si algo tengo que admitir, es que es una novela de la que aprender, no por su contenido, si no por su forma. Así que, amigos lectores, al que le apetezca leerse un buen ejercicio literario, puede escoger “Invisible”. A quién le apetezca una buena historia, le recomiendo que ésta no sea una de sus opciones.

Primer párrafo de “Invisible” de Paul Auster:



Le estreché la mano por primera vez en la primavera de 1967. Por entonces yo era un estudiante de segundo curso en Columbia, un muchacho sin formar con ansia de libros y la creencia (o ilusión) de que algún día tendría las suficientes cualidades para considerarme poeta, y como leía poemas, ya conocía a su tocayo del infierno de Dante, un muerto que iba arrastrando los pies por los últimos versos del canto veintiocho del Inferno.

viernes, 14 de mayo de 2010

Esta novela me tiene mosca...


(Y quién se la lea, entenderá este título)

Mucho se ha hablado de la novela negra que últimamente nos llega de los países nórdicos. Pero, más allá de esta tendencia que se ha convertido en moda, existen otros autores que sobresalen en este género.

¿Cuál sería el resultado de juntar a James Patterson con Patricia Cornwell? Indiscutiblemente sería Simon Beckett, un británico nacido en 1968, que después de visitar el Centro de Antropología Forense de Tenessee (también conocido como la Granja de Cuerpos) decidió crear al protagonista de esta novela: David Hunter.

Se trata de una novela británica, y se nota porque los personajes y ambientes están bien tratados. La acción trancurre en Manham, un pequeño pueblecito que no acepta forasteros y desconfía de ellos; pero que al final, se verá obligado a desconfiar de sus propios vecinos. Así, la sospecha y el miedo crece en cada casa, con la siempre triste esperanza de que el autor de las atrocidades sea un forastero.

Todos los personajes, desde los protagonistas hasta los secundarios, se perfilan sin adornos, con apuntes y leves insinuaciones que señalan que todos y cada uno de los que aparecen en la historia poseen algún tipo de secreto inconfesable. Así, todo el elenco despierta sentimientos en el lector: de aceptación, rechazo, compasión... pero desde luego, ninguno deja indiferente.

La historia está escrita con pulso firme e inmisericorde, ubicada en un paraje aislado, donde la intensidad del argumento va in crescendo. Sólo diría que hay “un pero” (en mi caso), y es que no me sorprendió el final: yo adiviné quién era el/la asesino/a. Así pues, lo que hasta ese momento era una espiral perfecta de acontecimientos que apuntaba a un desenlace sorprendente, no lo fue del todo. ¡Una lástima!

Pero aún así, crero que a mucha gente le sorprenderá este libro, uno de los que más me han quitado el sueño últimamente. Así que, La Química de la Muerte resulta un libro más que recomendable que seguro me llevará a buscar más obras de Beckett.

¡AVISO! Hay descripciones que no son aptas para estómagos sensibles. Ahí queda eso…

"El cuerpo humano empieza a descomponerse cuatro minutos después de la muerte. Lo que hasta entonces era un recipiente de vida atraviesa su última metamorfosis fagocitándose a sí mismo. Las células se disuelven."

martes, 4 de mayo de 2010

Cumbres borrascosas (bonito eufemismo...)


¡Ríete tú de los culebrones! Si creéis que sus protagonistas son malos es que no habéis leído esta historia ni habéis oído hablar de Heathcliff. Relaciones enfermizas de amor-odio aderezadas con grandes dosis de locura y sed de venganza son los ingredientes básicos de esta novela clásica de la literatura inglesa.

A lo largo de dos generaciones, cuyos nexos comunes serán dos personajes (el perverso Heathcliff y la observadora sirvienta y narradora de la historia, Nelly Dean), descubrimos el pasado y el presente de los personajes, en versiones distintas de sí mismos.

Cumbres Borrascosas es una complicada tragedia en la que se cuenta una historia tan dramática que las pasiones de los protagonistas principales te consiguen turbar como pocas, y el sentimiento de maldad que recorre todo el libro es tan verdadero, indómito y poderoso que la catarsis que sufres con alguno de sus personajes llega incluso a aparecer mientras duermes.

Parece mentira que Emily Brontë, una mujer a la que se le atribuye una existencia más bien apacible junto a sus hermanas, pudiera crear una historia sobre el amor, la pasión y las consecuencias que pueden tener sobre las vidas de las personas que los padecen, guiados por unos instintos tan desatados y desgarradores que no parecen emociones humanas.

Sin duda alguna, Cumbres Borrascosas constituye una de las obras maestras de la literatura. Más que una historia de amor, es la crónica de una dependencia vivida hasta la desesperación, un fuego interno que devora todo aquello que toca y que no deja a salvo ni a amantes ni a allegados.

Para ir preparando el espíritu para una lectura tan feroz, he aquí las primeras líneas:


Acabo de llegar de una visita al dueño de mi casa, el solitario vecino con el que voy a tener que lidiar. Es ésta en verdad una hermosa región, no creo que me hubiera podido fijar en toda Inglaterra en un paraje tan del todo apartado del mundanal ruido; es un perfecto paraíso para misántropos, y el señor Heathcliff y yo una pareja ideal para compartir esta desolación entre los dos.

lunes, 19 de abril de 2010

Antes fue la mujer de rojo...


...y ahora, La mujer de verde.

Corren buenos tiempos para la literatura nórdica de suspense. El sueco Stieg Larsson es el autor de moda y su trilogía Millenium ocupa los primeros puestos de ventas. También Henning Mankell alcanza cifras millonarias. Y probablemente el islandés Arnaldur Indridason sea el tercer nombre de este triunvirato de excelentes autores llamados “del hielo”. Pero es que tengo que reconocer que la lectura de La mujer de verde me ha cautivado.

La mujer de verde, una de las novelas negras más premiadas y elogiadas de los últimos cinco años en Europa y Estados Unidos, cuenta el esclarecimiento de un asesinato cometido hace más de 50 años. Reykiavik se está expandiendo y en una de las excavaciones unos niños encuentran una costilla humana. El caso llega a manos del inspector Erlendur, y la resolución parece un tanto compleja, ya que el tiempo ha borrado cualquier indicio.

Los escenarios en que se mueve Erlendur se entremezclan con su ánimo porque, según el propio autor, “hay una clara relación entre el paisaje y el alma de los personajes”.


La resolución de un enigma, por lo general un asesinato, es el motor de toda novela negra. Pero es que además, en el caso de Indridason, incluso llegamos a olvidarnos del asunto argumental gracias a su riqueza narrativa y el cuidado con que describe cualquier detalle, el interés que te despierta en las subtramas más allá de la trama principal y, sobre todo, la caracterización de Erlendur, un genuino anti-héroe.

Como veréis, es una lectura altamente recomendable. Aunque eso sí, cuidado porque puede herir sensibilidades (y no quiero desvelar nada más). Como siempre, he aquí el primer párrafo del libro:

Vio que se trataba de un hueso humano en cuanto se lo quitó a la niña, que estaba sentada en el suelo jugueteando con él.

lunes, 5 de abril de 2010

A mí no me gusta la Nocilla


Nocilla dream, novela a la que algunos etiquetan como indie, ha resultado ser un enorme bluf. Después de leer críticas como "es una de las apuestas narrativas más arriesgadas de los útimos años" o “un libro lleno de aciertos, de páginas memorables, de detalles deliciosos que de ninguna manera debiera pasar desapercibido” he de reconocer que me había picado el gusanillo de la curiosidad. ¡Aix! Craso error.

Llevo 217 páginas de novela inconexa, hecha a base de extractos frikis cogidos de aquí y de allá sin ningún tipo de lógica, entremezclados con historias absurdas que el autor pretende convertir en novela collage. No sé, una auténtica ida de olla que consigue aburrir al lector que con curiosidad se plantea la lectura de este libro (como yo). Entre sus páginas encontraréis
una carretera en el desierto de 418 kilómetros en la que sólo hay un árbol -un álamo para ser exactos- en el que cuelgan varios pares de zapatos; también aparecen cuatro chicas rubias surferas, un adorador de Borges, una gasolinera en el desierto de Albacete, una prostituta que se pinta las uñas de los pies en un porche, una maleta llena de fotos de rostros, alguien que hace cuadros con chicles, micronaciones surrealistas... No sé, yo no entiendo nada de este libro. Quizás es que no haya nada que entender, que también puede ser.


Total, que decepción absoluta y, por supuesto, ya os digo ahora que la trilogía "Nocilla" se va a quedar en un mero ejemplar que cogerá polvo escondido en mi librería.

Para que veais alguno de los extractos frikis de los que os hablo, he aquí una frase escogida al azar en la página 132:

"...En efecto, en su afán por no perder un quimérico espíritu americano, Jeevan ha cargado las tintas, y las tramas, más que historias ilustradas parecen teoremas desarrollados a base de concatenaciones silogísticas tan maquínicas que incluso cuando la historia se relaja y suelta amarras, más que proliferar a un plano fantástico se aprecia claramente que la máquina de narrar se ha estropeado para siempre; como cuando un motor suelta su último suspiro y entra en la esfera del sueño, sí, pero del sueño eterno..."

miércoles, 10 de febrero de 2010

Desayunando con Truman Capote


Desayuno en Tiffany’s es uno de los relatos que podría considerarse como míticos dentro del imaginario literario de todos nosotros. Quizá sea por la imagen que todos tenemos de Audrey Hepburn con moño elevado y fumando con boquilla, quizá sea por la calidad de Truman Capote como narrador. En cualquier caso, de lo que no hay duda alguna es que Holly Golightly (la protagonista) es un personaje único, seductor, con carisma y que atrae a cualquier lector, aún sin quererlo.

Capote elabora una serie de retratos de gente común que se deja llevar por la más absoluta banalidad, pero que siguen firmemente arraigados a su pasado y que sueñan con un futuro lejano, que los convierta en viajeros en busca de su destino.

En Nueva York de mediados del siglo XX, donde el sueño americano se ve frustrado una y otra vez, Holly, nuestra protagonista, una joven atractiva sin pasado, se convierte en uno de los personajes públicos de sociedad más sofisticados. Su vida se basa en ir picoteando un poquito aquí, un poquito allí; bebiendo cócteles y rompiendo corazones en clubes de moda. Es una mezcla de picardía e inocencia, de astucia y autenticidad; Holly vive en la provisionalidad permanente, sin pasado, no queriendo pertenecer a nada ni a nadie, sintiéndose desterrada en todas partes pese al glamour que la rodea.

Sus andanzas están matizadas por un tono tragicómico, que revela una fragilidad que se esconde detrás de sus ansias por divertirse. Pero este lado oculto de su personalidad es descubierto por un joven aspirante a escritor llamado Paul Varjak, que es también su vecino y el narrador de la novela.

¿Queréis saber cuál es el papel de Tiffany’s en toda esta historia? Pues tendréis que leérosla…

Esta edición del libro (editorial Compactos Anagrama), no sólo incluye Desayuno en Tiffany’s (una grata sorpresa, sea dicho de paso), sino que también le siguen tres cuentos más breves del mismo autor: La casa de las flores, Una guitarra de diamantes y Recuerdo navideño. Cada una de estas piezas es una pequeña joya.

Aquí os dejo con el primer párrafo:

Siempre me siento atraído por los lugares en donde he vivido, por las casas y los barrios. Por ejemplo, hay un edificio de roja piedra arenisca en la zona de las Setenta Este donde, durante los primeros años de la guerra, tuve mi primer apartamento neoyorquino. Era una sola habitación atestada de muebles de trastero, un sofá y unas obesas butacas tapizadas de ese especial y rasposo terciopelo rojo que solemos asociar a los trenes en día caluroso. Tenía las paredes estucadas, de un color tirando a esputo de tabaco mascado. Por todas partes, incluso en el baño, había grabados de ruinas romanas que el tiempo había salpicado de pardas manchas. çla única ventana daba a la escalera de incendios. A pesar de estos inconvenientes, me embargaba una tremenda alegría cada vez que notaba en el bolsillo la llave de este apartamento; por muy sombrío que fuese, era, de todos modos, mi casa, mía y de nadie más, y la primera, y tenía allí mis libros, y botes llenos de lápices por afilar, todo cuanto necesitaba, o eso me parecía, para convertirme en el escritor que quería ser.

lunes, 11 de enero de 2010

¡Cuidado! No te quemes con El Fuego


¡Bah! Es que no voy ni a esperar a terminarlo para hacer la crítica. ¡Infumable! Llevo dos meses intentando leer este tocho indecente y cada vez que leo una página, me aburro y vuelvo a dejarlo en la mesilla. Se me cierran los ojos de lo complicado, lento y tedioso que se me está haciendo...

Soy fiel defensora de El Ocho, no sé si por cariño o porque fue el primer libro “de mayores” que me leí. Pero la verdad es que el recuerdo que me queda de esa novela es que me lo pasé muy bien, y que para ser una jovencita de 12 años, me tuvo en vilo de principio a fin.

¿A quién se le ocurre entusiasmarse con una secuela? Quizás mis expectativas eran muy elevadas, quizás tengo un recuerdo difuso de la primera parte y me confié, o quizás es que simplemente es una novela mala. Empecé a leer El Fuego con avidez, con ganas de revivir la emoción de El Ocho, pero las ganas se iban esfumando página tras página. ¡Qué decepción! ¡Menudo chasco! ¡Y ni siquiera me apetece seguir leyendo! Cada vez me aburre más: entre la mezcla de periodos históricos con personajes reales que están metidos con calzador (o que incluso despistan más que aportan) y los personajes de ficción que son esperpentos que conspiran por doquier, es una novela decepcionante, insípida, confusa y que creo que no se merece ni mi tiempo ni mi esfuerzo por acabármela.

Ahí queda eso.

Si aún así, alguien siente unas terribles ganas de leérselo (el adjetivo “terrible” no ha sido escogido al azar…), he aquí el primer párrafo de tan desilusionante novela:

En el año 782 de Nuestro Señor, el emperador Carlomagno recibió un fabuloso presente de Ibn al-Arabi, gobernador musulmán de Barcelona: un juego de ajedrez de oro y plata, engastado en joyas, que hoy conocemos como el ajedrez de Montglane. Se decía que el juego escondía misteriosas y oscuras propiedades secretas, por lo que todos aquellos obsesionados con el poder deseaban hacerse con las piezas. Para impedirlo, el ajedrez de Montglane permaneció enterrado cerca de mil años. En 1790, en los albores de la Revolución francesa, el juego fue exhumado de su escondite, la abadía de Montglane, en el Bearne (Pirineos vascofranceses), y las piezas se repartieron por todo el mundo. Este movimiento inició una nueva partida de un juego mortal, un juego que amenaza, incluso hoy, con prender el fósforo que hará arder el mundo…