miércoles, 30 de septiembre de 2009

Los pilares de cualquier biblioteca...


¿Qué decir de Los pilares de la tierra? Sin palabras, lo diré con números: casi 1.400 páginas en 8 días…


Y bueno, con palabras también se puede, pero todas serán buenas. Porque se trata de un libro imprescindible en cualquier biblioteca que se precie llamarse como tal.

Me parece una novela magistral, muy bien elaborada, con una construcción de tramas y subtramas perfectamente entrelazadas, que crean un universo que te envuelve, en el que una vez entras, cuesta salir.


Una catedral gótica y su proceso de construcción sirven de excusa para la articulación de una historia que transcurre en la Edad Media, época de caballeros y escuderos, pero con un contenido sin anacronismos, en el que se entrecruzan sentimientos atemporales, como el odio, el amor, la venganza, o el miedo.

Menos mal que no se trata de un manual de construcción de catedrales, aunque salga terminología propia del gremio; sino que se trata de un libro donde las vivencias de los personajes ocupan el primer plano. Los personajes, muy variados y perfectamente dibujados, se alejan mucho de los estereotipos maniqueos en los que sólo hay bueno o malos.


La identificación con los protagonistas es genuina y catárquica; las sensaciones y las reacciones de los personajes frente a las injusticias que se suceden son imperecederas: el drama ante el sufrimiento de los seres queridos, la impotencia de una relación imposible, la estupefacción ante la impunidad de las maniobras de los poderosos…


Además, a la trama ficticia la acompañan hechos históricos reales que rodean las circunstancias de los personajes (el naufragio del White Ship, la guerra civil entre Maud y Henry o el asesinato de Thomas Becket) y que sustentan la historia de ficción.


A pesar de ello, la lectura del libro no constituye una dificultad añadida. El interés se mantiene a lo largo de todo su desarrollo y el resultado es una novela muy amena, que te atrapa casi de principio a fin gracias a un argumento original, basado en un rompecabezas inteligente de personajes que no defraudan.


Y como siempre, que se os haga la boca agua con el primer párrafo del libro.


PRÓLOGO – 1123

Los chiquillos llegaron temprano para el ahorcamiento.

Todavía estaba oscuro cuando los tres o cuatro primeros se escurrieron con cautela de las covachuelas, sigilosos como gatos, con sus botas de fieltro. El pequeño pueblo aparecía cubierto por una ligera capa de nieve reciente como si le hubiesen dado una nueva mano de pintura y sus huellas fueron las primeras en macular su perfecta superficie. Se encaminaron a través de las arracimadas chozas de madera y a lo largo de las calles de barro helado hasta la silenciosa plaza del mercado donde la horca permanecía a la espera. Los muchachos aborrecían cuanto sus mayores tenían en estima. Despreciaban la belleza y se burlaban de la bondad. Se morían de risa a la vista de un lisiado y, de encontrarse con un animal herido, lo mataban a pedradas. Alardeaban de heridas y mostraban orgullosos sus cicatrices, reservando una admiración especial ante una mutilación. Un chico al que le faltara un dedo podía llegar a ser un rey. Amaban la violencia, podían recorrer millas para presenciar derramamientos de sangre y jamás se perdían un ahorcamiento.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Porque me lo regalaron, que si no...


…que si no hubiera pasado totalmente desapercibido entre mis preferencias literarias. La verdad es que cuando cayó en mis manos este librito, no sabía muy bien qué pensar o qué tipo de expectativas tener. Algún día dedicaré un post a contar cómo llegaron una serie de curiosidades literarias a mis manos (con tu permiso, Jorge, of course).

A medida que iba leyendo, se despertó la curiosidad en mí para acabar decepcionándome por completo. La verdad es que de este autor no había leído nada, pero había visto una película adaptada por David Cronemberg de uno de sus libros: la magnífica Crash (que recomiendo fervientemente desde aquí a todo aquel que aún no la haya visto). Y supongo que ese fue mi error: esperarme una novela parecida a lo que había visto.

Fúria Feroz se trata de una escueta novela narrada en forma de crónica y en clave de informe forense donde se cuentan los acontecimientos que tienen lugar en la imaginaria urbanización de Pangbourne Village, una especie de complejo residencial burgués absolutamente utópico e hipócrita. Si la leéis, me entenderéis. Un final lamentablemente predecible, y aunque en todo momento esperé un giro que alimentara el suspense, entiendo que el desenlace cumplía ciertos requisitos humanistas del autor.

Para quién se quiera arriesgar, ahí va el primer párrafo de la obra:

De los diarios forenses del doctor Richard Greville, asesor psiquiátrico adjunto, Policía de Londres.

25 de agosto de 1988.
¿Por dónde empezar? Tanto se ha escrito sobre la masacre de Pangbourne, como se la conoce ahora en la prensa popular de todo el mundo, que me resulta difícil ver con claridad ese trágico suceso. En los últimos dos meses ha habido tantos programas de televisión acerca de los treinta y dos residentes asesinados en esa urbanización exclusiva de oeste de Londres, y tantas conjeturas acerca del secuestro de sus trece hijos, que casi no queda espacio para una sola hipótesis nueva.