miércoles, 10 de febrero de 2010

Desayunando con Truman Capote


Desayuno en Tiffany’s es uno de los relatos que podría considerarse como míticos dentro del imaginario literario de todos nosotros. Quizá sea por la imagen que todos tenemos de Audrey Hepburn con moño elevado y fumando con boquilla, quizá sea por la calidad de Truman Capote como narrador. En cualquier caso, de lo que no hay duda alguna es que Holly Golightly (la protagonista) es un personaje único, seductor, con carisma y que atrae a cualquier lector, aún sin quererlo.

Capote elabora una serie de retratos de gente común que se deja llevar por la más absoluta banalidad, pero que siguen firmemente arraigados a su pasado y que sueñan con un futuro lejano, que los convierta en viajeros en busca de su destino.

En Nueva York de mediados del siglo XX, donde el sueño americano se ve frustrado una y otra vez, Holly, nuestra protagonista, una joven atractiva sin pasado, se convierte en uno de los personajes públicos de sociedad más sofisticados. Su vida se basa en ir picoteando un poquito aquí, un poquito allí; bebiendo cócteles y rompiendo corazones en clubes de moda. Es una mezcla de picardía e inocencia, de astucia y autenticidad; Holly vive en la provisionalidad permanente, sin pasado, no queriendo pertenecer a nada ni a nadie, sintiéndose desterrada en todas partes pese al glamour que la rodea.

Sus andanzas están matizadas por un tono tragicómico, que revela una fragilidad que se esconde detrás de sus ansias por divertirse. Pero este lado oculto de su personalidad es descubierto por un joven aspirante a escritor llamado Paul Varjak, que es también su vecino y el narrador de la novela.

¿Queréis saber cuál es el papel de Tiffany’s en toda esta historia? Pues tendréis que leérosla…

Esta edición del libro (editorial Compactos Anagrama), no sólo incluye Desayuno en Tiffany’s (una grata sorpresa, sea dicho de paso), sino que también le siguen tres cuentos más breves del mismo autor: La casa de las flores, Una guitarra de diamantes y Recuerdo navideño. Cada una de estas piezas es una pequeña joya.

Aquí os dejo con el primer párrafo:

Siempre me siento atraído por los lugares en donde he vivido, por las casas y los barrios. Por ejemplo, hay un edificio de roja piedra arenisca en la zona de las Setenta Este donde, durante los primeros años de la guerra, tuve mi primer apartamento neoyorquino. Era una sola habitación atestada de muebles de trastero, un sofá y unas obesas butacas tapizadas de ese especial y rasposo terciopelo rojo que solemos asociar a los trenes en día caluroso. Tenía las paredes estucadas, de un color tirando a esputo de tabaco mascado. Por todas partes, incluso en el baño, había grabados de ruinas romanas que el tiempo había salpicado de pardas manchas. çla única ventana daba a la escalera de incendios. A pesar de estos inconvenientes, me embargaba una tremenda alegría cada vez que notaba en el bolsillo la llave de este apartamento; por muy sombrío que fuese, era, de todos modos, mi casa, mía y de nadie más, y la primera, y tenía allí mis libros, y botes llenos de lápices por afilar, todo cuanto necesitaba, o eso me parecía, para convertirme en el escritor que quería ser.

1 comentario:

Prometeo dijo...

De Capote siempre me quedare con A sangre fria. Absolutamente magnifico.

Habra que darle una oportunidad a Tiffanis, digo yo.