martes, 7 de julio de 2009

Créeme, a veces es mejor hacerse el sueco...


No sé qué pasa en mi vida últimamente que está plagada de suecos, que, además, por más inri, todos comparten apellido. Todo empezó con el Larsson que vino al Barça, con el que me invadió un auténtico sentimiento de simpatía hacia él. Luego llegó Stieg y su trilogía enfermiza (enfermiza por el simple hecho de que creo que leerse 2.000 páginas en 15 días puede llegar a considerarse enfermizo, sí).

Y ahora se cruza en mi camino Asa Larsson. Sabía que el libro que me leyera después de la Trilogía Milenium pasaría sin pena ni gloria por mi biblioteca... Por eso, decidí probar con otra novela sueca. Ése fue el primer error. El segundo, evidentemente, es que me confié que por simple hecho de compartir apellido la novela tenía que ser buena... Eso y que en la contraportada del libro una tal Sköna Hem pusiera que "Aurora Boreal mantuvo despierto toda una noche al escritor Stieg Larsson". Tengo que admitirlo: caí de cuatro patas.

Pero vayamos al grano. La verdad es que en pocas palabras puedo hacer una descripción exacta de lo que me encontré en esta novela de la que, todo sea dicho, tenía muchas expectativas. Me encontré ante una trama aburrida, unos personajes predecibles, un tema poco ocurrente y demasiadas ganas por mi parte de encontrar rápidamente otra novela tan absorvente como las del otro Larsson.

Así que si podéis esquivar la lectura de este libro, esquivadlo y buscar cualquier otra historia, que seguro será mejor. De todas formas, si a alguien le apetece leérselo, para seguir con la tradición, ahí va el primer párrafo del libro para ir abriendo boca:

"Cuando muere Viktor Strandgard, en realidad no es la primera vez que sucede. Está tumbado de espaldas en la iglesia de la Fuente de Nuestra Fortaleza y mira hacia arriba a través de los enormes ventanales que hay en el techo. Es como si no hubiera nada entre él y el oscuro cielo de invierno."